Desde el punto de vista bioético, los animales no son, por sí mismos, sujetos de derechos ni de responsabilidades, pero las personas sí tenemos responsabilidades hacia ellos: los animales no son sujetos morales, pero sí objetos morales.
La idea de los Homo sapiens de «ser superiores» al resto de los animales, genera discriminación de los que pertenecen a otras especies. Esta cosmovisión impulsada desde el utilitarismo económico genera cosificación y opresión al resto de especies que nos acompañan en el planeta.
Para que esto cambie son necesarias además de una actitud crítica y capacidad de empatía, un Congreso que legisle desarrollando leyes con principios éticos y científicos. Debe crearse un capítulo especial sobre educación y ética animal que promoveremos desde el congreso.
El profesor Samuel Guerrero Azañedo, nos recuerda que la “educación especista” es un proceso de condicionamiento ideológico hereditario y social que normaliza y perpetúa la supremacía humana y la opresión sistemática de los demás animales en beneficio propio.
Aun admitiendo la incapacidad moral en los animales, no queda justificado el ejercer crueldad en ellos. Al carecer de autonomía, los animales no pueden negarse a ser objeto de experimentos, la responsabilidad de no ocasionar daños innecesarios recae en el humano.
El uso de animales en distintas industrias, implica que a éstos se les trata en formas que son moralmente equivocadas, por lo que buscar formas de reemplazar y reducir el número de animales y disminuir su sufrimiento se constituye en una prioridad.
El cuidado de los animales deberá tener un capítulo importante en la legislación futura con bioética. No se justifica infligir dolor y sufrimiento ilimitado a animales, tengan más o menos capacidades moralmente relevantes.
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